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sábado, 22 de febrero de 2014

PONTE LAS PILAS


PONTE LAS PILAS


La ciudad era muy grande para Juan que no dejaba de voltear hacia todos lados, el ruido de autos, camiones y autobuses lo aturdía, pero necesitaba llegar al banco, había recibido el mensaje de texto que le indicaba que ya tenia la quincena depositada en su cuenta personal, por lo que iba al cajero automático. Mentalmente estaba haciendo sus cálculos; debía pagar la pensión, los servicios básicos de su casa, la renta del teléfono y su novia le había pedido algo con respecto a unas baterías pero no podía recordar que era. Mantenía su cabeza ocupada en estos pensamientos cuando sintió que alguien lo tropezó desde atras, se dio vuelta y observó a un señor de edad avanzada caído en el piso detrás de él.
  • Disculpe señor – le dijo el anciano – que comenzaba a levantarse
  • ¿Qué le ha sucedido? - Juan se colocó de cuclillas para ayudar a levantarle
  • ¡Ahhh! ¿Esta un poco tomado no? - preguntó Juan al sentir un poco ese olor característico
  • Bueno ... no, ¿Cómo cree?... solo me tomé un traguito – contesto aquel anciano, quien se sentó en un banquito improvisado formado por dos cajas de refrescos vacias, hundió la cabeza entre las piernas y adoptó una posición de abatimiento y depresión que atrajo la curiosidad de Juan
  • ¿Que le pasa mi amigo? ¿Porque está...? - Pero Juan no pudo continuar porque el viejo soltó el llanto de manera desconsolada.
  • Es... - el viejo levantó los ojos arriba y a la derecha - ...mi hija va... a morir...
  • ¡Pero! ¿Porque? ¿Que tiene?
  • El viejo entre llanto comenzó a contarle
  • Ella está muy enferma, vivimos en Los Andes, yo vine a la ciudad porque... - el viejo buscó entre sus bolsillos - ...tenía que cobrar este boleto del juego de 5 y 6 con los seis caballos acertados y entonces de ese dinero comprarle sus medicinas.
  • ¡Vaya! ¿Con los seis caballos acertados? - el viejo desplegó el boleto, Juan lo vio y quiso alcanzarlo, pero el viejo se lo impidió guardándolo nuevamente en su bolsillo del pantalón.
  • ¿Y cuanto paga el boleto señor? Y ¿que pasa? ¿Porque no lo cobra y compra sus medicinas? - Juan estaba atrapado entre la curiosidad y la ternura que le inspiraba aquel pobre anciano que buscaba la salvación de su hija.
  • Ese es el problema – dijo el viejo – mientras se levantaba de su particular asiento y ahora se mostraba molesto – es que no puedo cobrarlo, porque debo esperar hasta mañana, eso es lo que me dijo el que atiende allí en la banca de las apuestas, yo no tengo donde pasar la noche y es que no puedo esperar, porque entonces mi hija ... morirá – al pronunciar esta palabra el desconsuelo y el llanto aparecieron nuevamente de súbito.
  • Pero, no puede ser, hay que buscar una solución – dijo Juan.
  • Si, hay que buscar una solución – repitió el desconsolado viejito, que ya había ganado toda la confianza de Juan.
  • ¿Donde esta la casa de apuestas? - preguntó Juan.
  • Es aquí mismo – dijo el viejito señalando hacia atrás y recuperando nuevamente la compostura.
  • Por favor entregueme ese boleto.
    El viejo lo pensó momentaneamente, sacó el boleto y se lo entregó a Juan.
    Juan lo miro mientras caminaba hacia el establecimiento de apuestas.
    Al llegar el viejito señaló con el dedo
  • Ahí esta, es él quien debe pagarnos
  • Pero él, sólo es el vigilante
  • No, es él quien debe pagarnos el boleto ganador
    Juan extendió el ticket a la persona señalada
  • Pero viejito, ya yo te explique que no puedo pagarte ahorita, debes esperar hasta mañana.
  • Pero por favor al menos digame ¿cuanto es la suma del premio? - preguntó Juan , mas por curiosidad que por cualquier otra cosa.
  • Ya le dije al señor que son quince mil seiscientos
    Juan levantó los ojos y en un santiamén hizo cálculos – vaya es casi cuatro veces mi quincena – pensó para sus adentros.
  • Si solo pudiera conseguir diez mil – dijo con voz calculadamente alta el viejito, quien ahora tenía otra crisis de llanto.
    En la mente de Juan se formó una idea.
    El viejito leyó la expresión en la cara de Juan y dejó escapar
  • Si usted pudiera prestarme diez mil
  • No tengo esa cantidad – dijo Juan.
  • Bueno ehh... - pensaba rápidamente el viejito – quedese con el boleto y cobrelo usted mañana y deme lo que pueda , no puedo esperar mas, ya se hace de noche y debo viajar.
    Juan, hizo un gesto como pensándolo un poco, pero la verdad ya estaba decidido
  • Esta bien, le daré un mil
  • ¡Señor! - le reclamó el viejito – le estoy regalando quince mil seiscientos
    Juan se sintió culpable, estaba haciendo leña del árbol caído
  • Esta bien, pero solo podre darle 2 mil
  • Esta bien
    Ya con el negocio cuadrado o mas bien redondo – pensó Juan – fueron al cajero automático, sacó 4 mil, le entregó 2 mil al viejito y se llevó 2 mil a casa.
    El viejito tomó el dinero y salió corriendo como alma que lleva el diablo.
  • Vaya pobre viejito, como se ve que necesitaba el dinero – pensó Juan y tuvo nuevamente ese sentimiento de culpa – pero bueno, dicen que todos los días sale un tonto a la calle...

    Juan estuvo soñando toda la noche con los quince mil seiscientos que cobraría al día siguiente, de manera que a penas pudo dormir. Se levantó mas temprano que nunca y fue a la casa de apuestas en el centro de la ciudad, al llegar tuvo que esperar porque estaba cerrado.
    Después de mas de dos horas de espera, llegó una muy linda señorita y abrió el establecimiento, Juan entró enseguida y ensayó su mejor sonrisa.
  • ¡Buenos días! - la señorita lo miró extrañada
  • Buenos días señor, ¿que desea?
  • Pues he sido tocado por la fortuna, vengo a cobrar este boleto – Juan extendió el boleto, la señorita lo tomó
  • ¿Que es esto? - pregunto frunciendo el entrecejo
  • Un boleto premiado, con los seis caballos ganadores – continuó Juan con su tono de orgulloso ganador
  • ¿Que caballos ganadores?
  • ¡Del 5 y 6!, mi boleto tiene los seis ganadores
  • ¿¡Pero!? No vendemos boletos del 5 y 6, debe ser allá en el centro hípico -la señorita señaló hacia otra esquina un poco lejana en la calle - es allí donde reciben las apuestas de los caballos, aquí no.
  • ¿Pero? Es aquí, el viejito me dijo que es aquí, de hecho, el ticket lo revisó el señor que atendía aquí ayer y me dijo que si, que es el ticket premiado y que tengo quince mil seiscientos, ese es el premio.
  • Le repito, aquí no tomamos apuestas para el 5 y 6 nacional – la señorita le entregó el ticket nuevamente a Juan y le dio la espalda, Juan quedó anonadado, no entendía lo que sucedía.
    De repente la señorita recordó algo y volteó con los ojos muy abiertos
  • Un momento, venga acá señor
  • ¿Ah? - Juan aun tenía el ticket con su mano extendida
  • ¿Como es el viejito que le entregó el boleto del 5 y 6?
  • Un señor de este tamaño – Juan colocó su mano hasta los hombros – bastante arrugado y...
  • ¿Oloroso a aguardiente?
  • Si, ¿como lo sabe? - Ya Juan lo había olvidado
  • y ... ¿quien revisó el ticket? ¿fue el vigilante?
  • Si – dijo Juan, ya desconsolado
  • ¿Pero señor...? - dijo la señorita, y frente a Juan, tomó su teléfono e hizo una llamada
  • Alex... si soy yo... el viejito borracho, está suelto otra vez . . . si con el cuento del boleto premiado, si con el vigilante, te lo dije que era un malandro . . .- y caminó hacia dentro de la oficina.
    Juan quedó con la boca abierta y el boleto en la mano
    Entonces, de repente, recordó claramente lo que su novia le había pedido
         “Ponte las pilas pendejo”